¿Te has preguntado por qué un vaso de agua, que generalmente cuesta entre $15?00 y $40.00 en cualquier restaurante, puede llegar a costar más de $350,000.00 solo porque un artista lo exhibió en una galería? ¿Por qué mientras que algunos tiran las cajas de sus zapatos nuevos, otros los exhiben como obras de arte? O, ¿Cuál es la diferencia entre un plátano común y corriente, que cuesta alrededor de $5.00 en el mercado, y uno pegado con cinta industrial a la pared de una galería de arte contemporáneo, que costó más de $121,538,760.00?

Seminario
Introducción al Arte Contemporáneo
01/04/2025
Heidegger y las meras cosas
El problema del arte contemporáneo es que, entre uno y otro, no hay diferencia alguna. Al menos no físicamente. Un plátano es un simple plátano en el museo, en el super mercado o en tu cocina. Por lo tanto, si no hay diferencia, ¿por qué un plátano puede ser considerado obra de arte, pero no todos los plátanos son arte? O más bien, la pregunta precisa sería: ¿Qué es lo que hace que un objeto común y corriente sea considerado obra de arte?

El primero en preguntarse qué es lo que hace que una obra de arte sea una obra de arte fue Martin Heidegger. Para el filósofo alemán la obra de arte es objeto antes de ser arte. Por lo que, de acuerdo a su manera de pensar, para entender la diferencia entre un objeto y una obra de arte habría que empezar por una pregunta más simple: ¿qué hace que una cosa sea una cosa? Heidegger señaló que las cosas son materia formada y que, además, en la mayoría de los casos, tienen una utilidad. Esto último convierte a las cosas en utensilios; a lo cual agregó que la utilidad de cada utensilio es lo que hace que una cosa deje de ser cosa y se convierta en algo superior. Por ejemplo, tenemos una silla: si la describiéramos simplemente desde sus cualidades materiales, sería una cosa, pero si la analizáramos desde su utilidad, la cual es para sostener el peso de quien se sienta sobre esta, dejaría de ser concebida como una mera cosa y se convertiría en una silla. Hasta ahí lo que plantea Heidegger tiene sentido: ontológicamente hablando, la diferencia entre una obra de arte y un simple objeto es su utilidad porque evidentemente la obra de arte no es un utensilio.
Sin embargo, llegado a este punto tendría que diferir y complementar al filósofo alemán. Si aplicamos la misma lógica a cosas que no necesariamente son utensilios, como por ejemplo un plátano, veremos que resalta un problema. De entrada, el plátano es materia, pero es materia natural, es decir, la intención humana no interviene en su creación. Esto repercute en su utilidad, ya que las cosas creadas de manera natural carecen de utilidad. No obstante, de acuerdo con lo anterior, tendríamos que preguntarnos ¿Cómo es que los neandertales lograron crear los primeros utensilios con rocas? La respuesta es simple. Detrás de un utensilio, siempre hay una idea que le asigna dicha finalidad. En este sentido, la roca no tiene utilidad, pero el ser humano tuvo la idea de asignarle la finalidad de ser utensilio; de la misma manera que el plátano no tiene utilidad, pero se le asignó la finalidad de ser alimento.
La finalidad del arte
Ahora bien, al igual que el plátano, la obra de arte no tiene utilidad, pero sí finalidad. Si bien Heidegger no lo dice explícitamente, sí lo insinúa. El fin de la obra de arte es conectar con el espectador y permitirle vislumbrar el reflejo del mundo del cual emerge la obra. Por lo tanto, la diferencia entre las obras de arte y las cosas comunes y corrientes es su finalidad. Las obras de arte son ideadas o concebidas como obras para tener como finalidad el establecer una conexión con el espectador. Bajo esta lógica, la diferencia entre el plátano considerado obra de arte y el plátano común y corriente que nos comemos en el desayuno es su finalidad.
El plátano en la pared no está ahí para ser comido. De cierta manera, filosóficamente hablando, este ha dejado de ser plátano y se ha convertido en otra cosa. La finalidad que ahora ha adquirido es la de establecer una conexión con el espectador para permitirle vislumbrar el reflejo de su propio mundo. En otras palabras, se ha convertido en obra de arte. Esto significa que la diferencia entre las cosas y la obra de arte no es una distinción física y material; es decir, no es perceptible por medio de los sentidos, sino que se debe apreciar con el intelecto.

He ahí la gran dificultad del arte contemporáneo. A diferencia de las artes visuales tradicionales que apelaban a los sentidos del espectador mediante la representación mimética de la realidad por medio de las formas, lo cual le daba el carácter artístico a la obra de arte, el arte contemporáneo no busca apelar a los sentidos, sino al intelecto. Son obras de arte que exigen al espectador que este no se limite a ver, sino que lo obliga a pensar y reflexionar el porqué de la obra.
En ese sentido, y regresando a la pregunta original, lo que hace que un plátano pueda ser considerado obra de arte, pero que no todos los plátanos sean arte, es la interpretación del espectador. Esto fue ahondado por Arthur Danto, quien, siguiendo los pasos de Heidegger, también reflexionó en cómo un objeto común se transfigura y se convierta en obra de arte.
Danto y la interpretación de la obra de arte

Para Danto, la interpretación es un acto de identificación, o mejor dicho, de auto identificación. En otras palabras, el espectador lee la obra de arte mediante el reconocimiento de los elementos identificables de la obra. Hay que resaltar que dichos elementos no están solo en la obra, sino también en su título. De esta manera, por ejemplo, si la obra es un retrato del rey Carlos V, el público tendría que interpretar, primero, el título de la obra y, luego, la imagen. Si el espectador se saltara el paso uno y viera primero la obra, vería el retrato de un rey pero no sabría quién es. Por esta razón, el proceso interpretativo inicia con el título. Primero debería leer el título y reconocer los elementos textuales identificables. En otras palabras, tendría que identificar y recordar quién es Carlos V. En caso de no saber quién es, el proceso interpretativo se vería afectado seriamente porque la intención del autor no lograría cumplirse. Pero en caso de sí saber quién es, al mirar el retrato, en el segundo paso, el acto interpretativo se concretaría con éxito. De esta manera, para Danto, el título de una obra de arte es como un instructivo que nos da el autor para la mejor lectura de la obra. Es un eje interpretativo en torno al cual el espectador organizará la pieza. Así, para Danto, el principal elemento para la interpretación de una obra de arte no es la obra en sí, sino el bagaje cultural del espectador. Si este no es capaz de reconocer los elementos en la obra, simplemente no la va a entender. De manera similar, Hans-Georg Gadamer señaló que cuando se interpreta una obra de arte, el acto interpretativo se lleva a cabo en ambas direcciones. Es decir que, al leer una obra de arte, el resultado de la lectura dice más acerca del lector que de la propia obra; pues además de permitirle confirmar sus gustos y predilecciones, lo obliga a reconocer sus propias limitaciones, precomprensiones y prejuicios.
De entrada, esto significaría que si no logramos entender por qué un plátano es arte es debido a nuestro propio bagaje cultural, porque lo que hace que un objeto común y corriente sea una obra de arte no es una cualidad física que debas buscar visualmente en lo representado en la obra, sino que debes buscar dicha distinción en ti mismo. Y si además lo conectáramos con lo explicado sobre Heidegger, tendríamos que reconocer que nuestra ignorancia es lo que imposibilita que la obra se abra a nosotros. Esto no hace que la obra deje de ser obra. Más bien, esto tendría que motivarnos a profundizar en el problema.
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Introducción al Arte Contemporáneo
01/04/2025
Las meras cosas en el mundo del arte
La costumbre de concebir objetos cotidianos como obras de artes inició hace más de cien años con Marcel Duchamp. En 1917, el artista francés presentó bajo el seudónimo de Richard Mutt su famoso mingitorio. Hoy sabemos que la autora intelectual fue Elsa von Freytag-Loringhoven, y que Duchamp solo le hizo el favor a su amiga de presentar la pieza en su nombre. Se trataba de un urinal cualquiera que fue registrado como obra de arte bajo el título “La fuente”, para ser exhibida en la exposición anual de la Sociedad de Artistas Independientes de París. De inicio, la travesura de Duchamp no trascendió, ya que el jurado rechazó la obra. Aun así, la acción marcó un hito en la historia del arte que generó una vertiginosa reacción en cadena, a tal grado que, cien años después, los objetos más comunes y corrientes han invadido la escena artista internacional. Sin embargo, sí tendríamos que notar que, en un inicio, el mingitorio de Duchamp fue revolucionario. Pero ya cien años después que haya objetos comunes en los museos no es novedoso. Se ha vuelto, hasta cierto punto, trillado; tanto así que se podría decir que es lo más cliché de un artista contemporáneo.

A estos artistas que buscan llamar la atención con obras estridentes, pero vacías, se les ha catalogado como retrosensacionalistas y pertenecen a la estética del espectacularismo o arte espectáculo. Esta es una tendencia que busca hacia atrás su base estética. Que regresa al arte objetual y formal. Pero no en el sentido clásico, sino de una manera desconcertante para apantallar y sorprender al espectador. Para deslumbrarlo y cegarlo y, así, ocultarle el vacío discursivo que hay en la obra.
Justo aquí es donde se pone paradójico el asunto. Porque si los artistas retro sensacionalistas se caracterizan por presentar obras vacías, el hecho de que no nos diga nada el plátano de Cattelan no es por nuestro bagaje, sino porque así es la obra. La diferencia es que ahora lo sabemos, por lo que al mismo tiempo sí interviene nuestro bagaje. Y aquí habría que regresar a Danto y recordar que, primero, tendríamos que poner atención en el título. El plátano en la pared se llama “Comediante”. ¡Esto significa que es una broma! Inclusive Maurizio Cattelan ha dicho en varias ocasiones que el plátano en la pared es solo eso: un plátano en la pared. Por lo tanto, la finalidad de esta obra es provocar desconcierto por su propia simpleza.
En conclusión, regresando a la pregunta inicial de ¿Qué es lo que hace que un objeto común y corriente sea considerado obra de arte? La respuesta estaría en el fin que busca alcanzar el artista con dicha obra de arte.
Por Andrés Reyes
Referencias bibliográficas
GADAMER, H. G. (1998) Estética y hermenéutica. Tecnos.
GADAMER, H. G. (2002) Los caminos de Heidegger. Paidós.
HEIDEGGER, M. (1996) Caminos de bosque. Trad. Helena Cortés y Arturo Leyte. Alianza.
KOCKELMANS, J. J. (1986) Heidegger on art and art Works. Martinus Nijhoff.
THOMSON, I. D. (2011) Heidegger, Art, and Postmodernity. Cambridge University Press.